A partir de ahora habrá que incorporar una nueva palabra al diccionario: acometizaje. El robot Philae realizó ayer el primero en la historia de la exploración espacial, pero tuvo algunos problemas. Aterrizó en el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko aunque, como se supo un par de horas más tarde, no logró desplegar los arpones que lleva para anclarse a su superficie helada. Con exquisita puntualidad, la señal que confirmó que el robot había tocado el cometa llegó a la Tierra 28 minutos y 20 segundos después del aterrizaje, que se produjo exactamente a las 16.35. Siete horas, antes se había separado de la nave Rosetta, con la que lleva viajando diez años por el espacio pues la misión fue lanzada en 2004.
67/Churyumov-Gerasimenko (conocido popularmente como Chury) fue bautizado con ese nombre en honor a los astrónomos ucranianos que lo descubrieron en 1969, el mismo año en que el hombre pisó la Luna por primera vez. Aunque Rosetta es una misión de exploración robótica, algunos científicos comparan su trascendencia con la del Apolo 11, tanto por los retos tecnológicos que plantea el aterrizaje en una roca helada tan inestable como un cometa, como por los datos científicos que puede proporcionar. Por primera vez también, la nave Rosetta será testigo durante el próximo año de cómo estos objetos se transforman cuando se acercan al Sol, que es el principal objetivo de esta misión en la que Europa va a a invertir un total de 1.300 millones de euros.
La fase del aterrizaje de ayer, sin embargo, fue probablemente la más espectacular y mediática. Sobre todo teniendo en cuenta que la sonda Rosetta y el robot Philae se encuentran a a 510 millones de kilómetros de distancia de la Tierra, en un lugar entre las órbitas de Júpiter y Marte.
Vídeo sobre la sonda Rosetta: culminación de un proyecto.
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